Jaron Rowan, además de entre otras muchas cosas profesor de Teoría Cultural en la UOC, es investigador de la economía cultural. Recientemente, en marzo de este miso año, he podido leer en “Quimera” un artículo suyo sobre la evolución de tal economía desde finales del anterior milenio hasta nuestros días. El artículo “Marcas, sujetos-empresa y otras formas de vida contemporánea” es una buena introducción a este tema.
El artículo se puede dividir en dos partes: primero,el análisis del tipo de capitalismo cultural surgido al amparo del neoliberalismo rampante; por contra, el segundo item de la cuestión versa sobre cómo se intenta superar esa lógica en estos tiempos a partir de la colaboración.
Para resumir la primera parte podemos tomar la siguiente afirmación de Rowan: “Es en esta visión de la sociedad entendida como un escenario en el que las diferentes empresas compiten entre sí con el objetivo de maximizar sus beneficios y labrarse un porvenir disfrutando de su libertad para poder “triunfar”, donde se encuentran los orígenes del fenómneo que quiero analizar a continuación: el sujeto-marca, es decir, la emergencia de un sujeto empresarial que exacerba la producción de marca como una estrategia para insertarse en la economía pero también como una nueva forma de estar en el mundo” (Qumiera, nº340, marzo 2012, p.49). O sea, que se toma la figura del emprendedor económico como modelo del actor cultural deseado. Figura que no diferencia entre lo público (la marca) y lo privado (el sujeto, artista, llamadle como queráis), sino que crea un único individuo.ente: el sujeto-marca, en el que la obra es tan importante como la imagen que da. Ejemplos que da Rowan: los comisarios y conferenciantes estrellas. Ejemplo que doy yo: los arquitectos estrella, donde más que el contenido lo que importa es la firma.
Esta situación se produjo en un doble tiempo de auge: el del neoliberalismo y el de la prosperidad anterior al crash de 2007. La importancia de los dos auges estriba en que a) había dinero para gastar (y recordemos lo dicho en anteriores post sobre cultura e imagen-marca país) y en que, una vez la asunción del neoliberalismo acepta renunciar al control económico, que mejor que sustituir su poder en aspectos en los que sí puede influir: la cultura y los temas sociales-morales. Pero tal sustitución no se encuadraría en la del estado productor-subvencionador (o no principalmente en la retórica justificadora); sino que se encuadraría en la más neoliberal del estado impulsor y en la del deseo de canviar al artista por el emprendedor cultural. Todo ello lleva a lo dicho: la cultura o es economía, o se puede contar, o no vale la pena.
Pero frente a esta situación surgen otras maneras de enfocar la cultura, opuestas a la apoteosis económica neoliberal. Para recuperar la función social, destruida por la individualización extrema propuesta por el mercado cultural neoliberal, y dando importancia a lo que se hace frente a quién lo hace suregen la Wiki, el P2P, el copyleft o el Procomún. Modelos que, como afirma Rowan “abren un interés por repensar comunidades (virtuales, afectivas, de cooperación) que puedan dar pie al desarrollo de otros modelos de subjetividad” (p.53). Y que además discutan la miopía gubernamental, empeñada en no cambiar y seguir ayudando al gran conglomerado industrial-cultural.
Y un medio de estos es el crowdfunding, que veremos en el siguiente post y que se levanta contra la falta de interés que la industria del entertainment muestra hacia propuestas innovadoras.
PD: para corroborar lo equivocado que está Marc Fumaroli al limitar el arte a la representación de la belleza pongo este párrafo de Xavier Antich publicado en “La Vanguardia” de hoy 28-05-12 (“Bye, bye”, doctor House, p.19):
[Hablando de la obra de Poussin Els efectes]…”Poussin amb aquesta obra, va posar imate a un descobriment fascinant del segle XVII: l’atracció cap a allò repulsiu que, a diferència del que succeïa fins aleshores, ja no és indici de maldat. Es tracta d’un dels plaers estètics que inaguren la primerenca modernitat: el gust per la lletjor però ja sense excuses morals o teològiques- Una lletjor, això sí, que encara apareix com a bella. I que, per la bellesa de la seva representació, pot produir realment plaer.”
Por tanto, y contra lo que afirmaba Fumaroli, no fue Dadá, las Vanguardias o el Pop, los que impusieron lo repulsivo en el arte. Es un aspecto de la modernidad: el reseguir el lado oscuro de todo hombre. Como por ejemplo “Las flores del mal” baudelerianas, cuya belleza es diametralmente opuesta a, por ejemplo, las obras de Chardin.